domingo, 8 de octubre de 2017

mapas en los diarios de los noventa


Mis grandes libros de infancia y juventud fueron Mi pequeña enciclopedia, una inmensa Santa Biblia ilustrada por obras de pintores famosos repartidas por los museos e iglesias del mundo, y el Gran Atlas Universal. De este último estaba especialmente interesado en los mapas físicos, aquellos en que aparecían ríos, valles y grandes cadenas de montañas. Comúnmente, en mis paseos y viajes, me imagino a mí mismo avanzando sobre uno de esos mapas. Siempre ha sido así, siempre he imaginado qué hay detrás de las montañas, dónde nacen los ríos, en qué dirección están los valles y las avenidas de las ciudades que visito. Quizá por eso, me encantan las alturas, pasear por la cima de las sierras, subir a los campanarios, asomarme a la ventanilla de los aviones, seguir en internet las naves enviadas al espacio y buscar las fotos que hacen.

Mis diarios y cuadernos de viajes están llenos de mapas. Unos hechos antes de visitar los lugares, para conocerlos antes de ir, y otros inmediatamente después de visitarlos para relatar gráficamente la visita. Los primeros son más o menos objetivos, los segundos subjetivos. Los segundos cuentan lo que he visto y lo que me ha pasado. Son mapas de hechos vividos y de cómo yo he visto las cosas en ese trozo de terreno.

Pero mis mapas favoritos son una mezcla de los dos. Trazo un mapa más o menos simple con un montón de huecos donde dibujaré sobre el terreno las cosas que van apareciendo y me van sucediendo en el camino. Allí hay animales, lagos, montañas, iglesias derruidas, árboles, cascadas, barcos, automóviles, muebles, trenes, gente currando o bañándose, o yo mismo junto a una hoguera muerto de frío, montado en una moto o dibujando el mapa donde aparezco dibujándolo dibujándolo buscando el infinito.

A veces imagino el cuaderno de viaje ideal. Es un cuaderno con un fondo tenue preimpreso, o dibujado en colores suaves o grises, de los lugares donde estoy en cada doble página. Sobre él dibujo aquellas cosas que me estimulan y escribo un pequeño relato. Pero enseguida pienso que no es necesario, que cualquier fórmula es válida para acercarse al mundo y tratar de comprenderlo, de vivirlo; que quizá solo se trata de eso.

Estos cuadernos aparecen en mis diarios de los años noventa.

4 comentarios:

  1. Se acercan mucho al cuaderno de viaje ideal ! ¿Prevés publicarlos ?
    Sería un placer tenerlos en mano y ojearlos en papel. Comparto el gusto por los mapas.

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  2. No está hechos para ser publicados. Un impreso ni se acerca al placer que proporciona tener un cuaderno en las manos y hojearlo con el cuidado con que se toca una reliquia. Gracias por tus comentarios

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