lunes, 14 de agosto de 2017

la partida de palillos en bolaños

Estandarte de Palillos.




La "Partida de Palillos" fue la más destacada unidad de voluntarios a caballo de entre las que levantaron pendón en 1833 por la causa de Don Carlos V de Borbón en Castilla la Nueva. Estaba dirigida por don Vicente Rugero y su hermano don Francisco, naturales de Almagro.
Pérez de Rada Cavaniles. “La Partida de Palillos y su Estandarte, 1833-1840”. La Voz. Círculo Carlista

Habían pertenecido al ejército en clase de comandantes de caballería; pero clasificados como tenientes, se retiraron a su casa de Almagro. En 1833 conspiraron, como muchos descontentos, y reducidos a prisión se sustrajo de ella don Vicente y levantó una partida. 
Antonio Pirala Criado. “Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista”. 3ª edición corregida y aumentada con la historia de la Regencia de Espartero. Ed. Felipe González Rojas. Madrid, 1889-1891. Tomo 1, pág. 206. 

Su fama llegó a tal extremo que George Borrow, el célebre vendedor de biblias protestantes, expresó en su libro "La Biblia en España" su temor a “caer en manos de Palillos y Orejita”.
Félix Muñoz. Historia de Mestanza.

Palillos ha sido muy famoso. […] Palillos padre, don Vicente Rugero, era un viejo muy ladino. Tenía una partida muy bien organizada y muy militar. Ya lo creo. Y no piense usted que era fácil entrar en ella […] Para entrar en la partida se necesitaban muchas condiciones. Había que tener menos de treinta años, ser fuerte, buen caballista, estar acostumbrado a la vida del campo y no tener parientes ni amigos entre los cristinos […] los jefes podían ser más viejos. Al que entraba en la partida se le hacían muchas preguntas, y luego se iba a comprobar lo que había dicho, y si algo no resultaba cierto, no se le admitía […] Todos íbamos igual. Se llevaba calañés alto, de pana o de terciopelo negro, adornado con algunas carreras de botones, medallas, cintas rizadas y un plumerito negro. La mayor parte usaba patillas. Se vestía marsellés corto, guarnecido de cinco botonaduras de monedas de plata, pesetas o reales columnarios. 
Algunos jefes lucían doblillas de oro, y en vez de calañés, boina blanca o sombrero redondo con funda de hule. Se gastaba calzón corto, de pana o terciopelo negro; ancha faja para el puñal y los cachorrillos; polainas de cuero y zapatos de una pieza. En el arzón del caballo se ponían las pistolas y el trabuco […] Cuando Palillos se proponía sacar contribuciones en una comarca, dividía su caballería en partida de treinta a cuarenta hombres; ocupaban todos los lugares en un espacio de seis a ocho leguas cuadradas. Cada paisano debía suministrar todo lo necesario para un jinete y un caballo. Los pueblos se veían obligados a entregar a Palillos la misma contribución que pagaban al Gobierno de la reina. Entrábamos nosotros en un lugar, y lo primero, para que nadie tocase a rebato y diera señal de alarma, nos apoderábamos de la torre de la iglesia y poníamos en el campanario un centinela. El centinela observaba cuanto pasaba a larga distancia, y si veía algo tocaba la campana, y, según las campanadas, nos entendíamos. Era como la línea del telégrafo de señales del Gobierno. Así, don Vicente Rugero sabía con rapidez si aparecía el enemigo y por dónde.
Pío Baroja. “La Nave de los Locos”. Ed. Caro Raggio. Madrid, 1980. Págs. 283-285.

En febrero de 1837 se reunió un nutrido grupo de caballería perteneciente a la Partida en las cercanías de Granátula con el objeto de tomar el pueblo natal del general Espartero, siendo rechazados y sufriendo noventa muertos por las tropas del brigadier Mahy, quien hizo además fusilar con urgencia a seis prisioneros sobre el mismo escenario del combate. Posteriormente se decide atacar Bolaños, que sí caería rendida. 
Pérez de Rada Cavaniles. “La Partida de Palillos y su Estandarte, 1833-1840”. La Voz. Círculo Carlista

Atacó a los nacionales de Bolaños, estrechándolos de tal manera, que conociendo ellos lo inútil de su resistencia rindieron las armas confiando en la jenerosidad (sic) de sus contrarios; pero Palillo, luego que los tuvo en su poder los sacrificó, vengando en ellos el revés que había sufrido en los campos de Granátula. Este acto de inhumanidad, del que también daban frecuentes ejemplos los del bando opuesto, fué causa de que Palillo no se apoderase de muchos pueblos, que se hubieran entregado facilmente, á no tener la misma suerte que los nacionales de Bolaños; por esa razón los nacionales se defendían desesperadamente y preferían morir con las armas en la mano, más bien que entregarse á merced de sus enemigos. Serían un total de 25 los milicianos nacionales fusilados por Palillos en Bolaños, incendiando los días siguientes el pueblo de Brazatortas y continuando hacia Torremilanos donde venció a las fuerzas del capitán Estela, pasando por las armas 20 prisioneros.
D. R. Sánchez. "Historia de Don Carlos y los principales sucesos de la Guerra Civil de España. Imp. de Tomás Aguado y Compañía. Madrid, 1844. Tomo I. Pág. 313.

Situación de la Hoya de los Muertos, muy cerca de la ermita de Ntra. Sra. de las Nieves.


El 4 de Febrero, y desde tiempo inmemorial, se celebraba el Día de la Ánimas. La hermandad de la Ánimas, pedía limosnas por el pueblo, que consistía principalmente en mercancías en especie que ese día eran subastados en la plaza frente a la iglesia. Con el dinero obtenido se sufragaban las misas y funciones celebradas en honor de las ánimas.
Tras los fusilamientos del 3 de febrero de 1837, se celebró el Día de las Ánimas el día 3, pasando al 4 la fiesta de San Blas, vendiéndose en la plaza todo tipo de frutos dulces como garrapiñadas, almendrillas, turrones, frutos secos, etc Y estableciéndose tradiciones tan bolañegas como la de echar la “pañolá” , que consistía en llevar un pañuelo de hierbas de todos estos frutos, atándolo por los picos y regalándolo, los mozos, a sus novias.

Web del Ayuntamiento de Bolaños de Calatrava.

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